Hoy se cumplen 26 años de la caída del Muro de protección antifascista, el comúnmente llamado muro de Berlín.
Crecí en una sociedad capitalista, de un Estado perteneciente a la OTAN, así que crecí con esa idea repetida por todos los medios de que el muro era una cosa abominable porque “separaba a la gente”. Y de hecho, aunque no tengo un recuerdo nítido, sí recuerdo aquel 9 de noviembre de 1989 haber visto por televisión cómo derribaban el muro. Parecía algo emocionante y todo el mundo lo celebraba.
Sin embargo, luego uno crece, lee, y aprende mucho más sobre el muro, cosas que no te contaban los medios capitalistas en 1989 y que, por supuesto, no van a contarte hoy, en 2015, cuando el capitalismo da la guerra por ganada.
El muro fue levantado un 13 de agosto de 1961, pero hoy nadie parece darle importancia a todo lo que había pasado antes. La Segunda Guerra Mundial termina en 1945, con el ejército soviético tomando Berlín y los aliados repartiéndose el territorio alemán para decidir posteriormente sobre su futuro. Tras eso vinieron convulsos años de estrategias geopolíticas, entre unos aliados que no terminaban de fiarse los unos de los otros. La Unión Soviética propugnaba una Alemania unida, desmilitarizada y no alineada con ninguna otra potencia. Los tres aliados atlánticos no estaban por la labor, porque temían que un país de ese tipo se inclinaría demasiado hacia el comunismo. De ahí que en 1948 anunciaran la creación de un estado alemán occidental e introdujeran una nueva divisa en sus zonas de ocupación. Esta maniobra culminó con la proclamación de la República Federal Alemana en mayo de 1949, un país regido por carta otorgada (la Constitución no la votó nadie) y que estuvo tutelado por las potencias occidentales hasta 1990.
La Unión Soviética, cuya propuesta fue rechazada por los aliados atlánticos, y tras haber sido víctima de los ataques financieros de estos tres ocupantes, se inclinó por la menos mala de las opciones. Esta opción era convertir su zona de ocupación en un estado socialista, tal y como lo había pedido el pueblo alemán en diversos referendos. El 7 de octubre de 1949 se proclamaba la República Democrática Alemana.
Para 1961 la RDA ya era un estado socialista plenamente funcional. Sin embargo, la situación de Berlín era un problema. Cincuenta mil habitantes de Berlín Este trabajaban en el sector capitalista y creaban riqueza allí, pero vivían en la RDA y demandaban recursos (sanidad, educación, alojamiento) del estado socialista. A esto se le sumaban los trabajadores cualificados que habían recibido una educación gratuita de calidad en la RDA y se marchaban a trabajar al oeste. El muro vino a resolver este problema económico.
Por supuesto que la construcción del muro fue una triste salida a un problema que no debió haber existido. Es cierto que el muro dividió en dos una ciudad y separó familias y amigos. Pero no nos engañemos, si la situación de los años 1950 se hubiese prolongado, Berlín Este y la RDA se habrían arruinado. El Estado socialista que se habían otorgado los alemanes tenía la función de distribuir entre todos la riqueza que creaban entre todos, pero mientras siguiera existiendo esa situación, una parte de esa riqueza se iba a engrosar los bolsillos de los empresarios occidentales. De hecho, después de la construcción del muro, el crecimiento económico de la RDA aumentó considerablemente.
Y, a pesar de lo que nos han contado, el muro no impedía el viaje al oeste. Entre 1977 y 1989, un total de 176.200 alemanes del este viajaron legalmente a la RFA. Asimismo, el gobierno socialista de la RDA otorgaba permisos de emigración a muchos de los solicitantes... y una gran parte luego intentaba volver, sin conseguirlo.
En 1989, por una serie de decisiones que luego muchos lamentarían, el muro de protección antifascista era derribado. Un año después desaparecía formalmente el Estado de obreros y campesinos, la RDA que los alemanes del este se habían construido. Los imperialistas habían ganado la Guerra Fría y se lucraron de manera cuantiosa desmantelando el patrimonio social de la RDA. Y eso nos ha llevado a la situación en la que estamos hoy, en la que los derechos sociales y laborales parecen cortapisas superfluas que impiden el crecimiento y la prosperidad. La prosperidad de los burgueses, por supuesto, pero nos han hecho creer que su prosperidad es la nuestra, mientras buscamos comida en la basura.
¿Con el muro vivíamos mejor? A lo mejor parece una frase algo descabellada. Pero si te paras a pensar en la alternativa, la respuesta parece clara.