Leí por ahí, en Internet, que menos de cinco contradicciones en uno mismo es dogmatismo. Bueno, se lo leí a Hibai Arbide (@Hibai_) y no sé si la frase es suya.
Aparentemente, se podría decir que una de esas contradicciones en mí es la que tiene que ver con el nacionalismo. Yo no la veo contradicción porque tiene matices, pero superficialmente puede considerarse así. Concretamente, a pesar de que soy nacionalista, no me gusta nada el nacionalismo. Podría aducirse la típica frase de que soy un nacionalista deseando dejar de serlo, aunque me suena demasiado a lugar común. La cuestión es que aunque me identifico con una cierta nación y con sus símbolos, no llevo este sentimiento de identificación a lo irracional, y tampoco me gusta la gente que lo hace.
¿A qué viene todo esto? A una cuestión sencilla. Desde que el gobierno de Syriza se plantó ante la Troika (para luego ceder, pero ese es otro tema) y montó un referendo para preguntar a los griegos si aceptaban las políticas de austeridad, se viene cuestionando mucho, más que en los años anteriores, el papel y el funcionamiento de la Unión Europea, y concretamente de un país miembro, Alemania.
Desde que empezó la crisis de deuda se viene culpando a Alemania y a los alemanes de todos los males que nos aquejan a los territorios meridionales de la Unión Europea. Se vienen diciendo auténticas burradas.
Discutí con un amigo de mi pareja porque aseguraba que toda la culpa de lo que nos pasa es de Alemania, que nos quiere empobrecer y explotar. Yo le decía que en última instancia la culpa sería de nuestros propios gobernantes, que aceptaban lo que les decían desde fuera, pero él parecía exculpar a todo aquel que tuviera carné de identidad español. La culpa era claramente de Alemania.
Muchos están diciendo que Alemania está intentando por la vía económica lo que no pudo por la militar: subyugar al resto de Europa. La manida referencia al Tercer Imperio, a la Segunda Guerra Mundial. Me cansa mucho que se siga identificando a Alemania con ese corto periodo de su historia, pero bueno.
Y lo que me ha parecido más absurdo de todo, ha sido alguien en Twitter asegurando que los alemanes nos odian a los europeos del sur. Así de sencillo, nos odian.
Estas tres opiniones tienen en común un componente nacionalista que me parece inadecuado e incluso peligroso. Se confunden las técnicas, intenciones y opiniones del gobierno alemán con las de los alemanes de a pie, solo porque compartan ciudadanía. Pero, a pesar de que los alemanes sean quienes hayan elegido ese gobierno (dentro de las rígidas normas de la democracia burguesa), me sigue pareciendo totalmente incorrecta esa interesada confusión.
Los alemanes de a pie, los que se levantan cada día para ir a trabajar y volver a casa a estar con su familia, están preocupados por su vida y por lo que los rodea. Ya tienen suficiente con lo suyo, como para tener que gastar energía en odiar a gente que ni conoce, o en desear empobrecerlos o subyugarlos. Los hay que tendrán un cierto interés en ello, pero la gran mayoría de los alemanes no tiene ninguna implicación directa en algo así y si se les llegara a pasar por la cabeza sería por un cierto envenenamiento mediático, claramente nacionalista.
El problema es que quien está orquestando todo esto no son los alemanes: es la clase dirigente alemana. La burguesía, vamos. Y su motivación no es tan nacionalista como capitalista: necesitan mano de obra a la que explotar para seguir engordando sus bolsillos. Lo mismo les da que esa mano de obra sea alemana, que griega, que portuguesa o andaluza. Pero tienen un mecanismo perfecto para conseguirlo, la Unión Europea, y este mecanismo ha conseguido aplastar más fácilmente a los que estamos en el sur. Ya utilizan otros mecanismos internos para aplastar a la clase obrera alemana.
Y, por supuesto, las burguesías del resto de los países no van a oponerse a estos mecanismos porque también les reportan jugosos beneficios. El dinero no entiende de nacionalidades; el capitalismo no entiende de nacionalidades. Los diversos tratados de la UE nos lo han demostrado y en el futuro lo hará el TTIP, que han aprobado los mismos de siempre para beneficiarse de nosotros.
La democracia que creíamos tener, esa pantomima burguesa que solo puede funcionar con las normas que ellos han fijado, está perfectamente diseñada para que no consigamos tirar estos mecanismos de extracción de nuestro trabajo. Partidos políticos capitalistas y medios de comunicación a su servicio trabajan duro para que el sistema esté atado y bien atado y no se vea en riesgo porque reclamemos lo que es nuestro.
Así que la próxima vez que quieras echar la culpa a los alemanes de algo, piénsalo dos veces. El alemán medio es un trabajador (o trabajadora) al que le han bajado el sueldo un par de veces con la excusa de la reunificación anexión de la RDA y al que le han introducido un copago sanitario brutal (10 euros cada trimestre que visites el médico, 10 euros cada día de hospitalización, ...). El alemán medio no te está robando, ni explotando, ni te odia ni te quiere conquistar; simplemente intenta llegar a final de mes y tener una vida cómoda para él/ella y su familia. Los directivos de las grandes empresas alemanas tampoco te odian, pero sí te desprecian y quieren exprimirte. Los de las grandes empresas españolas también. Quieren exprimirte a ti, a mí, a los portugueses, a los griegos, y a todo el que se deje.
Y nosotros nos estamos dejando. Nos han vendido como algo bueno todo lo que les da beneficios. El libre comercio, la moneda única, la política agraria común que ha conseguido desindustrializarnos. ¿Hasta cuándo se lo seguiremos permitiendo?