En las últimas semanas he estado dedicándome a ver algunas películas de la República Democrática Alemana que he podido encontrarme por la web. Principalmente por la curiosidad de saber cómo era la vida que se reflejaba en el cine, sobre todo. He visto tres; por este orden, Coming out (“Saliendo del armario”, 1989), Sieben Sommersprossen (“Siete pecas”, 1978) y Heißer Sommer (“Verano caliente”, 1968).
Aunque no es la intención de este artículo, os cuento por encima de qué va cada una. Coming out es la historia de un profesor de instituto de veintipocos años que, tras reencontrarse con su pasado, no tiene más remedio que aceptar su homosexualidad y enfrentarse a los problemas que esto le causa. Sieben Sommersprossen es una película juvenil sobre una adolescente que va a un campamento de verano y tiene sus primeras interacciones románticas. Y, por último, Heißer Sommer es un musical, donde un grupo de once chavalas y diez chavales se van de vacaciones a una granja cooperativa en el Báltico y se llevan más mal que bien.
AVISO: si pretendes ver las películas no sigas leyendo. Voy a desvelar detalles de la trama.
¿Qué me han parecido? Pues ninguna de las tres me ha parecido una obra maestra del cine, la verdad. Pero han cumplido su función, que para mí era darme más datos sobre la vida que se representaba en el cine en la RDA.
De lo que quiero hablar, sin embargo, es de lo molestas que acaban siendo las reseñas de estas películas. Por supuesto, todas hechas por ciudadanos de países capitalistas en la actualidad, cuya capacidad de situarse en otro tiempo y otro país la tienen bastante atrofiada.
Por poner un ejemplo, entre las reseñas de Coming out en Filmaffinity encontramos a un usuario (un tal Del Mar) que habla de lo terrible que era ser gay en la RDA. Incluso habla del "control de la educación", una alusión al final de la película, en el que al protagonista lo vigilan y amenazan con apartar de su puesto de profesor de instituto en cuanto se hace público que es gay. Este usuario pone el grito en el cielo por la maldad del sistema socialista, que según él, condenaba la homosexualidad. Sin embargo, y hablando claro, parece que este usuario nació ayer. Y lo digo porque este usuario, de España, parece que se ha olvidado de la situación a la que se enfrentaban los homosexuales en España en los años 80. No hay más que ver películas de la época: si aparece algún homosexual, es exclusivamente con la intención de insultarlo o de reírse de él (y, por supuesto, estereotipado al máximo). No hablaremos de la cantidad de gays que había fuera del armario en la España de los años 80, que era irrisoria por el pesado estigma social que sufrían. Pero por supuesto, eso es mejor pasarlo por alto si de lo que se trata es de criticar un país socialista como la RDA.
Otro usuario llamado lisufelligus habla de que la RDA es “antigüa (sic) y tétrica” (¿qué significa que un país es antiguo?) y de que el director tuvo que desafiar a “la terrible Stasi” (¿de dónde habrá sacado que hubo desafío alguno?). Claro que también añade que esto lo sabe porque lo ha visto en La vida de los otros. Eso lo explica todo; a partir de ahora me creeré que la Giralda tiene escaleras porque aparece así en La fortaleza digital de Dan Brown. Como dato adicional, busqué a este usuario en Twitter y encontré que ostentaba un cargo estatal en UPyD, partido que ya sabemos que no se caracteriza por su simpatía hacia la clase obrera. Este usuario también añade que la Stasi negaba que hubiera homosexualidad en la RDA porque era “una lacra del decadente occidente”, dato que tampoco sé de dónde se ha sacado. Opto por pensar que lo habrá visto en alguna otra obra de ficción.
Pero lo que más me irrita es lo que vi en las reseñas de Heißer Sommer. Las hay que indican que la película es mala, que las coreografías son simples o que el argumento es superficial (es un musical alemán sobre unas vacaciones, ¿qué esperas?). Hasta aquí todo correcto, cuestión de gustos. El problema viene cuando los usuarios se empeñan en decir que la película tiene mucha propaganda porque los protagonistas se van a una granja cooperativa, por ejemplo, o porque hay un personaje que estudia derecho y a veces les recuerda a los demás lo que no deben hacer. Me parece una absoluta muestra de ignorancia asegurar que detalles como esos son propaganda. Y es una ignorancia interesada, basada en esa creencia capitalista de que el capitalismo es “la manera de ser humana”, por lo cual todo lo que sea diferente debe de ser una sucia maniobra del gobierno. No son capaces de entender que hay detalles que, por extraños que parezcan al ojo capitalista, en un país socialista forman parte de la sociedad y de la vida diaria y se asumen con naturalidad.
Esta cantinela de la propaganda se repite a todo lo largo y ancho de Internet siempre que algún usuario comenta algún producto cultural de masas de un país socialista.
Lo último que me he encontrado ha sido hoy, cuando he visto en Youtube que hay capítulos de la serie norcoreana de dibujos animados Ardilla y erizo. El argumento es el mismo que puede haber en otros miles de series infantiles (a lo mejor las actuales no, pero las que había cuando yo era niño sí): las ardillas, los erizos y los gansos tienen que colaborar para evitar que las comadrejas, los ratones y los lobos invadan su tierra, la Colina de la flor. Si esta serie la hubieran dibujado en el Reino Unido, en Japón o en Alemania, sería una serie de dibujos sin más y nadie le haría segundas lecturas. Pero, ay, es una serie norcoreana, así que obligatoriamente debe de tener un doble sentido, propagandístico y muy malvado. Y entonces estos usuarios de Internet debaten sobre si las comadrejas y los ratones son los japoneses o los surcoreanos (todos están de acuerdo en que los lobos son los Estados Unidos), y no se aclaran sobre si los gansos son los chinos o representan a la Armada norcoreana. Tampoco parecen llegar a consenso sobre si la serie representa la situación actual o la invasión japonesa de principios del siglo XX. Pero ellos se divierten elaborando teorías conspiranoicas sobre la supuesta propaganda de esta serie.
Que, además, todo el mundo destaca que debe de haber propaganda porque los protagonistas van vestidos de soldados. También eran soldados los G.I. Joe y nunca oí que fueran propaganda imperialista (lo cual no sería para nada descabellado).
Y es que nos tienen muy bien enseñados para que veamos la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Porque si hacemos el mismo ejercicio, y analizamos los dibujos de nuestra infancia desde una óptica socialista, los encontraremos llenos, llenos de propaganda. ¿Alguien recuerda Los chicos de Beverly Hills, que eran los más guays porque estaban forrados y hacían lo que les daba la gana? (excepto currar, claro, que de eso poco). Es solo un ejemplo, pero casi todas las series juveniles e infantiles (de animación o no) se basan en premisas que tenemos muy asumidas, como que hay que ser popular y exitoso, y si no lo consigues eres un fracasado.
Salgamos de los dibujos animados y echemos un vistazo al cine y a las series de televisión. La aplastante mayoría de las series y películas que se hacen hoy en día en nuestras sociedades capitalistas están impregnadas por los valores capitalistas. En todas se veneran el dinero, la fama, la superficialidad, el lujo, y en muy pocas se da valor al trabajo o a la cooperación. ¿No es esto propaganda del individualismo y la posmodernidad?
En fin, me ralla muchísimo este doble rasero y esta continua demonización del socialismo. Que sí, que es lógico porque el socialismo sería el fin de la buena vida de la burguesía. Pero me ralla que nos lo hagan tragar de esta manera y, salvo excepciones, ni nos demos cuenta. Todo acaba estando, por supuesto, bien orquestado desde arriba para que tengamos muy claro que el socialismo es malo y lava el cerebro a sus ciudadanos. No como nosotros, súbditos capitalistas, que somos totalmente libres para hacer y pensar lo que queramos... siempre que lo hagamos individualmente y sin ruido.