El nacionalismo no puede ser de izquierda.
¿Cuántas veces habéis oído esta frase?
Tiene mil variantes:
- El nacionalismo no puede ser socialista.
- Un socialista/comunista/marxista no puede ser nacionalista.
- El nacionalismo es burgués.
Esta última frase es la que contiene la idea principal y la que ha servido de referente para crear toda una serie de prejuicios acerca de lo que es el nacionalismo.
Cuando hablamos de nacionalismo, al menos aquí en Andalucía, ¿qué nos viene a la mente? Si nos vamos a la calle y le preguntamos a cualquiera, lo primero que todos te responderán seguramente sea eso de los vascos y catalanes que no quieren ser españoles. Si los haces elaborar más, el que sea capaz (que por desgracia no son muchos), te hablará de Sabino Arana o de Jordi Pujol. Arana es conocido por sus postulados racistas y ultraconservadores, y a Pujol se le asocian ciertas actitudes xenófobas que, si bien pueden no ser del todo representativas de su ideología y política, desde luego son las que más han trascendido (sus declaraciones de 1958 hablando sobre los andaluces son convenientemente recordadas cada cierto tiempo por la prensa española para desacreditarlo, aunque podríamos hablar de ellas en otro momento porque dan para una reflexión aparte).
Para quien esté algo más leído, nacionalismo no solo es eso, sino que también lo asociará con los movimientos de ultraderecha de los años 20, 30 y 40. No en vano, Hitler, Mussolini y Franco encabezaban ideologías nacionalistas. De ultraderecha, pero fundamentadas en una idea de nación y por lo tanto nacionalistas.
En definitiva, todo esto nos lleva de nuevo a que el nacionalismo es burgués. Pero pasamos por alto algo: decimos que el nacionalismo es burgués porque la idea que tenemos de nacionalismo es, precisamente, el nacionalismo burgués. Ahora, teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad dirigida y organizada por burgueses y para burgueses, no debería extrañarnos esto.
Y ahora me dirijo a la izquierda española no capitalista, quien es mayoritariamente la que asegura la frase con la que encabezo el artículo (y sus versiones). Todos tenemos muy claro que vivimos imbuidos de una ideología hegemónica burguesa en cuestiones como la economía o la política. De hecho se supone que nuestro objetivo es sustituir este sistema parlamentario partidista, netamente burgués, por una democracia directa, más representativa. Se supone que estamos en guardia frente a actitudes burguesas de la vida cotidiana y que no nos conformamos con los cuentos de «habéis vivido por encima de vuestras posibilidades» o «para salir de la crisis hace falta recordar». Todas esas patrañas burguesas no nos las tragamos.
Sin embargo, la de dejar que la burguesía nos cuente lo que es el nacionalismo, sí, esa estamos encantados de tragárnosla. Hemos partido de la premisa marxista de que los marxistas somos internacionalistas (que lo somos, por supuesto) y hemos dejado que la burguesía la interprete para repetirla nosotros como ovejas. El marxista no puede ser separatista porque el marxismo es internacionalista. En ese caso, ¿por qué no veo a todos esos marxistas exigiendo la unión inmediata de España con Portugal, Francia, Marruecos y todos los demás países del mundo? Si lo primero es el internacionalismo, vamos a empezar por ahí.
«El separatismo beneficia a la burguesía», otra «verdad» que solo lo es porque se ha repetido mil veces. A esto ya respondió Lenin, incluso:
Se nos dice: apoyando el derecho a la separación, apoyáis el nacionalismo burgués de las naciones oprimidas. ¡Esto es lo que dice Rosa Luxemburgo y lo que tras ella repite el oportunista Semkovski, único representante, por cierto, de las ideas de los liquidadores sobre este problema en el periódico de los liquidadores!
Nosotros contestamos: no, precisamente a la burguesía es a quien le importa aquí una solución "práctica", mientras que a los obreros les importa la separación en principio de dos tendencias. Por cuanto la burguesía de una nación oprimida lucha contra la opresora, nosotros estamos siempre, en todos los casos y con más decisión que nadie, a favor, ya que somos los enemigos más intrépidos y consecuentes de la opresión. Por cuanto la burguesía de la nación oprimida está a favor de su nacionalismo burgués, nosotros estamos en contra. Lucha contra los priviliegios y violencias de la nación opresora y ninguna tolerancia con el afán de privilegios de la nación oprimida.
Si no lanzamos ni propugnamos en la agitación la consigna del derecho a la separación, favorecemos no sólo a la burguesía, sino a los feudales y el absolutismo de la nación opresora. Hace tiempo que Kautsky empleó este argumento contra Rosa Luxemburgo, y el argumento es irrefutable. En su temor de "ayudar" a la burguesía nacionalista de Polonia, Rosa Luxemburgo niega el derecho a la separación en el programa de los marxistas de Rusia, y a quien ayuda, en realidad, es a los rusos ultrarreaccionarios. Ayuda, en realidad, al conformismo oportunista con los privilegios (y con cosas peores que los privilegios) de los rusos.
En fin, que como explico, por supuesto que el nacionalismo puede ser de izquierda. Claro que, en ese caso, no tiene los mismos principios que el nacionalismo burgués. Y quizá el problema venga del uso del término, quizá deberíamos tener un término diferente para la ideología nacionalista de izquierda. Hay quien ha usado soberanismo, que no me parece mal, pero no soy ningún experto.
Nuestro nacionalismo es de izquierda, es socialista, porque no tiene una perspectiva interclasista. Reconoce la lucha de clases como motor de la historia. Pero, partiendo de un análisis materialista, dado que las condiciones sociales y económicas no son iguales en todos los lugares, el camino al socialismo no puede emprenderse en todos los lugares por igual. Un obrero no sufre las mismas circunstancias externas en Sevilla o en Lugo. Los nacionalistas de izquierda reconocemos esa singularidad cultural y obramos en consecuencia.
Esto no nos quita ni un ápice de internacionalismo. Tenemos en cuenta que un jornalero o un obrero en Cádiz es igual de esclavo que un jornalero o un obrero en Barcelona, en Faro o en cualquier pueblo del Congo, y que en última instancia tenemos que llegar a la liberación colectiva de todos. Pero la clase obrera de cada nación debe seguir sus propios pasos porque solo ellos podrán identificar cuáles hay que seguir.
Al fin y al cabo, para nosotros la nación no es un fin: es un medio. El fin es la desaparición de las clases sociales y finalmente de los estados. La nación solo es un instrumento que nos debe servir para llegar al fin.
Al fin y al cabo, para nosotros la nación no es un fin: es un medio. El fin es la desaparición de las clases sociales y finalmente de los estados. La nación solo es un instrumento que nos debe servir para llegar al fin.
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