jueves, 17 de diciembre de 2015

El voto útil

Cada vez que se acercan unas elecciones y nos metemos en campaña, vuelven a asaltarnos unos y otros con la llamada al voto útil. Vota a este que tu voto será útil; no votes a este otro que no sirve para nada.

Mucha, mucha gente se deja llevar por esta cuestión. No votes a este partido porque no va a salir. Ya, no va a salir. No va a salir, entre otras cosas, porque mucha gente ha pensado lo mismo y le ha dado su voto al "más útil".

Pero ¿realmente esta gente ha pensado lo que significa dar tu voto a otro partido porque "es más útil"?

Con este modelo de democracia burguesa (además, bastante deficiente) en el que vivimos, tu voto significa apoyar el discurso y el programa de un partido, coalición o agrupación electoral concreta. Solo puedes elegir a uno una vez cada cuatro años, eso es todo lo que importamos en este sistema. ¿No crees que tu voto, algo que tan pocas veces podemos ejercer, debería estar determinado por algo más que "este no va a salir"?

Este domingo nos enfrentamos a una de las elecciones de resultado más incierto desde hace décadas. Yo estuve dudando, pero al final he decidido mi voto.

Mi voto será para Unidad Popular-Izquierda Unida.

Sí, yo también me he planteado votar a Podemos porque es el "voto útil". Pero ¿realmente quiero votar a Podemos?

¿Quiero votar a un partido que dice que el debate entre monarquía y república no interesa? ¿Que no quiere tocar los colegios concertados? ¿Que está a favor de la OTAN? Y, sobre todo, ¿quiero votar a un partido cuyo cabeza de lista, Sergio Pascual, dice estas cosas? (en el desprecio a Venezuela de la última frase ni siquiera quiero entrar).

No, no quiero. Otros sí querrán, o les dará igual, pero a mí no. Yo quiero que mi voto sea para quien no le da miedo defender a la clase obrera y denunciar el imperialismo, para quien no oculta sus ideas por miedo a perder votos, para quien no se anda con ambigüedades solo por captar votos de centro, para quien no tiene problemas en hablar de lucha de clases.

Sé que con el sistema electoral actual puede que mi voto no sea suficiente para que Unidad Popular saque un diputado por mi provincia, pero desde luego si no se lo doy estoy ayudando a que no salgan. Y quiero tener la conciencia tranquila de que he hecho lo posible, y no pensar que he votado a alguien que ya de primeras me está diciendo que no quiere tocar ciertos temas. Si pido 10 me van a dar 5, si pido 3 ¿cuánto me van a dar?

(Eso por no entrar en que realmente todo voto es útil. Aunque no saque diputado por mi circunscripción, un voto a UP puede ayudar a que tengan grupo parlamentario propio, pues para eso todos los votos cuentan).

Me vienen con que si Izquierda Unida es un partido antiguo, viciado, que si son vieja política... Izquierda Unida tiene un pasado. Ha cometido errores, ha hecho cosas mal. Como todos. Pero también ha hecho muchas cosas bien.

Así que para mí, mi voto útil será el que me permite dormir tranquilo y tener la seguridad de que he hecho lo que está en mi mano para defender a los de mi clase. Mi voto útil será rojo, votaré a un compañero comunista, Alberto Garzón, y a otro compañero comunista que encabeza la lista por Sevilla, Miguel Ángel Bustamante, al que espero ver pronto en el Congreso de los Diputados.

Porque ninguna campaña hasta ahora me había ilusionado como esta, porque ningún candidato me había hecho defenderlo con tantas ganas.


PD: No quiero olvidarme de añadir una cosa. Que no se me malinterprete. Estoy contento de que Podemos haya crecido y represente una alternativa de gobierno a los demás partidos. Y espero que saquen muchos escaños. Hace falta un partido socialdemócrata, visto que el PSOE había abandonado esa postura hace tiempo. No deseo nada malo para Podemos, al revés, deseo que crezca y se asiente, que cree hegemonía de izquierda. Simplemente prefiero dar mi voto a UP-IU por los motivos que ya he expuesto. Lo malo ya se lo deseo, como partido, a los que están más a la derecha, que han demostrado a quién defienden, y no es a la clase obrera.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Con el muro vivíamos mejor

Hoy se cumplen 26 años de la caída del Muro de protección antifascista, el comúnmente llamado muro de Berlín.

Crecí en una sociedad capitalista, de un Estado perteneciente a la OTAN, así que crecí con esa idea repetida por todos los medios de que el muro era una cosa abominable porque “separaba a la gente”. Y de hecho, aunque no tengo un recuerdo nítido, sí recuerdo aquel 9 de noviembre de 1989 haber visto por televisión cómo derribaban el muro. Parecía algo emocionante y todo el mundo lo celebraba.

Sin embargo, luego uno crece, lee, y aprende mucho más sobre el muro, cosas que no te contaban los medios capitalistas en 1989 y que, por supuesto, no van a contarte hoy, en 2015, cuando el capitalismo da la guerra por ganada.

El muro fue levantado un 13 de agosto de 1961, pero hoy nadie parece darle importancia a todo lo que había pasado antes. La Segunda Guerra Mundial termina en 1945, con el ejército soviético tomando Berlín y los aliados repartiéndose el territorio alemán para decidir posteriormente sobre su futuro. Tras eso vinieron convulsos años de estrategias geopolíticas, entre unos aliados que no terminaban de fiarse los unos de los otros. La Unión Soviética propugnaba una Alemania unida, desmilitarizada y no alineada con ninguna otra potencia. Los tres aliados atlánticos no estaban por la labor, porque temían que un país de ese tipo se inclinaría demasiado hacia el comunismo. De ahí que en 1948 anunciaran la creación de un estado alemán occidental e introdujeran una nueva divisa en sus zonas de ocupación. Esta maniobra culminó con la proclamación de la República Federal Alemana en mayo de 1949, un país regido por carta otorgada (la Constitución no la votó nadie) y que estuvo tutelado por las potencias occidentales hasta 1990.

La Unión Soviética, cuya propuesta fue rechazada por los aliados atlánticos, y tras haber sido víctima de los ataques financieros de estos tres ocupantes, se inclinó por la menos mala de las opciones. Esta opción era convertir su zona de ocupación en un estado socialista, tal y como lo había pedido el pueblo alemán en diversos referendos. El 7 de octubre de 1949 se proclamaba la República Democrática Alemana.

Para 1961 la RDA ya era un estado socialista plenamente funcional. Sin embargo, la situación de Berlín era un problema. Cincuenta mil habitantes de Berlín Este trabajaban en el sector capitalista y creaban riqueza allí, pero vivían en la RDA y demandaban recursos (sanidad, educación, alojamiento) del estado socialista. A esto se le sumaban los trabajadores cualificados que habían recibido una educación gratuita de calidad en la RDA y se marchaban a trabajar al oeste. El muro vino a resolver este problema económico.

Por supuesto que la construcción del muro fue una triste salida a un problema que no debió haber existido. Es cierto que el muro dividió en dos una ciudad y separó familias y amigos. Pero no nos engañemos, si la situación de los años 1950 se hubiese prolongado, Berlín Este y la RDA se habrían arruinado. El Estado socialista que se habían otorgado los alemanes tenía la función de distribuir entre todos la riqueza que creaban entre todos, pero mientras siguiera existiendo esa situación, una parte de esa riqueza se iba a engrosar los bolsillos de los empresarios occidentales. De hecho, después de la construcción del muro, el crecimiento económico de la RDA aumentó considerablemente.

Y, a pesar de lo que nos han contado, el muro no impedía el viaje al oeste. Entre 1977 y 1989, un total de 176.200 alemanes del este viajaron legalmente a la RFA. Asimismo, el gobierno socialista de la RDA otorgaba permisos de emigración a muchos de los solicitantes... y una gran parte luego intentaba volver, sin conseguirlo.

En 1989, por una serie de decisiones que luego muchos lamentarían, el muro de protección antifascista era derribado. Un año después desaparecía formalmente el Estado de obreros y campesinos, la RDA que los alemanes del este se habían construido. Los imperialistas habían ganado la Guerra Fría y se lucraron de manera cuantiosa desmantelando el patrimonio social de la RDA. Y eso nos ha llevado a la situación en la que estamos hoy, en la que los derechos sociales y laborales parecen cortapisas superfluas que impiden el crecimiento y la prosperidad. La prosperidad de los burgueses, por supuesto, pero nos han hecho creer que su prosperidad es la nuestra, mientras buscamos comida en la basura.

¿Con el muro vivíamos mejor? A lo mejor parece una frase algo descabellada. Pero si te paras a pensar en la alternativa, la respuesta parece clara.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Ya está bien de que la televisión me escupa propaganda... capitalista

En las últimas semanas he estado dedicándome a ver algunas películas de la República Democrática Alemana que he podido encontrarme por la web. Principalmente por la curiosidad de saber cómo era la vida que se reflejaba en el cine, sobre todo. He visto tres; por este orden, Coming out (“Saliendo del armario”, 1989), Sieben Sommersprossen (“Siete pecas”, 1978) y Heißer Sommer (“Verano caliente”, 1968).

Aunque no es la intención de este artículo, os cuento por encima de qué va cada una. Coming out es la historia de un profesor de instituto de veintipocos años que, tras reencontrarse con su pasado, no tiene más remedio que aceptar su homosexualidad y enfrentarse a los problemas que esto le causa. Sieben Sommersprossen es una película juvenil sobre una adolescente que va a un campamento de verano y tiene sus primeras interacciones románticas. Y, por último, Heißer Sommer es un musical, donde un grupo de once chavalas y diez chavales se van de vacaciones a una granja cooperativa en el Báltico y se llevan más mal que bien.

AVISO: si pretendes ver las películas no sigas leyendo. Voy a desvelar detalles de la trama.

¿Qué me han parecido? Pues ninguna de las tres me ha parecido una obra maestra del cine, la verdad. Pero han cumplido su función, que para mí era darme más datos sobre la vida que se representaba en el cine en la RDA.

De lo que quiero hablar, sin embargo, es de lo molestas que acaban siendo las reseñas de estas películas. Por supuesto, todas hechas por ciudadanos de países capitalistas en la actualidad, cuya capacidad de situarse en otro tiempo y otro país la tienen bastante atrofiada.

Por poner un ejemplo, entre las reseñas de Coming out en Filmaffinity encontramos a un usuario (un tal Del Mar) que habla de lo terrible que era ser gay en la RDA. Incluso habla del "control de la educación", una alusión al final de la película, en el que al protagonista lo vigilan y amenazan con apartar de su puesto de profesor de instituto en cuanto se hace público que es gay. Este usuario pone el grito en el cielo por la maldad del sistema socialista, que según él, condenaba la homosexualidad. Sin embargo, y hablando claro, parece que este usuario nació ayer. Y lo digo porque este usuario, de España, parece que se ha olvidado de la situación a la que se enfrentaban los homosexuales en España en los años 80. No hay más que ver películas de la época: si aparece algún homosexual, es exclusivamente con la intención de insultarlo o de reírse de él (y, por supuesto, estereotipado al máximo). No hablaremos de la cantidad de gays que había fuera del armario en la España de los años 80, que era irrisoria por el pesado estigma social que sufrían. Pero por supuesto, eso es mejor pasarlo por alto si de lo que se trata es de criticar un país socialista como la RDA.

Otro usuario llamado lisufelligus habla de que la RDA es “antigüa (sic) y tétrica” (¿qué significa que un país es antiguo?) y de que el director tuvo que desafiar a “la terrible Stasi” (¿de dónde habrá sacado que hubo desafío alguno?). Claro que también añade que esto lo sabe porque lo ha visto en La vida de los otros. Eso lo explica todo; a partir de ahora me creeré que la Giralda tiene escaleras porque aparece así en La fortaleza digital de Dan Brown. Como dato adicional, busqué a este usuario en Twitter y encontré que ostentaba un cargo estatal en UPyD, partido que ya sabemos que no se caracteriza por su simpatía hacia la clase obrera. Este usuario también añade que la Stasi negaba que hubiera homosexualidad en la RDA porque era “una lacra del decadente occidente”, dato que tampoco sé de dónde se ha sacado. Opto por pensar que lo habrá visto en alguna otra obra de ficción.

Pero lo que más me irrita es lo que vi en las reseñas de Heißer Sommer. Las hay que indican que la película es mala, que las coreografías son simples o que el argumento es superficial (es un musical alemán sobre unas vacaciones, ¿qué esperas?). Hasta aquí todo correcto, cuestión de gustos. El problema viene cuando los usuarios se empeñan en decir que la película tiene mucha propaganda porque los protagonistas se van a una granja cooperativa, por ejemplo, o porque hay un personaje que estudia derecho y a veces les recuerda a los demás lo que no deben hacer. Me parece una absoluta muestra de ignorancia asegurar que detalles como esos son propaganda. Y es una ignorancia interesada, basada en esa creencia capitalista de que el capitalismo es “la manera de ser humana”, por lo cual todo lo que sea diferente debe de ser una sucia maniobra del gobierno. No son capaces de entender que hay detalles que, por extraños que parezcan al ojo capitalista, en un país socialista forman parte de la sociedad y de la vida diaria y se asumen con naturalidad.

Esta cantinela de la propaganda se repite a todo lo largo y ancho de Internet siempre que algún usuario comenta algún producto cultural de masas de un país socialista.

Lo último que me he encontrado ha sido hoy, cuando he visto en Youtube que hay capítulos de la serie norcoreana de dibujos animados Ardilla y erizo. El argumento es el mismo que puede haber en otros miles de series infantiles (a lo mejor las actuales no, pero las que había cuando yo era niño sí): las ardillas, los erizos y los gansos tienen que colaborar para evitar que las comadrejas, los ratones y los lobos invadan su tierra, la Colina de la flor. Si esta serie la hubieran dibujado en el Reino Unido, en Japón o en Alemania, sería una serie de dibujos sin más y nadie le haría segundas lecturas. Pero, ay, es una serie norcoreana, así que obligatoriamente debe de tener un doble sentido, propagandístico y muy malvado. Y entonces estos usuarios de Internet debaten sobre si las comadrejas y los ratones son los japoneses o los surcoreanos (todos están de acuerdo en que los lobos son los Estados Unidos), y no se aclaran sobre si los gansos son los chinos o representan a la Armada norcoreana. Tampoco parecen llegar a consenso sobre si la serie representa la situación actual o la invasión japonesa de principios del siglo XX. Pero ellos se divierten elaborando teorías conspiranoicas sobre la supuesta propaganda de esta serie.

Que, además, todo el mundo destaca que debe de haber propaganda porque los protagonistas van vestidos de soldados. También eran soldados los G.I. Joe y nunca oí que fueran propaganda imperialista (lo cual no sería para nada descabellado).

Y es que nos tienen muy bien enseñados para que veamos la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Porque si hacemos el mismo ejercicio, y analizamos los dibujos de nuestra infancia desde una óptica socialista, los encontraremos llenos, llenos de propaganda. ¿Alguien recuerda Los chicos de Beverly Hills, que eran los más guays porque estaban forrados y hacían lo que les daba la gana? (excepto currar, claro, que de eso poco). Es solo un ejemplo, pero casi todas las series juveniles e infantiles (de animación o no) se basan en premisas que tenemos muy asumidas, como que hay que ser popular y exitoso, y si no lo consigues eres un fracasado.

Salgamos de los dibujos animados y echemos un vistazo al cine y a las series de televisión. La aplastante mayoría de las series y películas que se hacen hoy en día en nuestras sociedades capitalistas están impregnadas por los valores capitalistas. En todas se veneran el dinero, la fama, la superficialidad, el lujo, y en muy pocas se da valor al trabajo o a la cooperación. ¿No es esto propaganda del individualismo y la posmodernidad?

En fin, me ralla muchísimo este doble rasero y esta continua demonización del socialismo. Que sí, que es lógico porque el socialismo sería el fin de la buena vida de la burguesía. Pero me ralla que nos lo hagan tragar de esta manera y, salvo excepciones, ni nos demos cuenta. Todo acaba estando, por supuesto, bien orquestado desde arriba para que tengamos muy claro que el socialismo es malo y lava el cerebro a sus ciudadanos. No como nosotros, súbditos capitalistas, que somos totalmente libres para hacer y pensar lo que queramos... siempre que lo hagamos individualmente y sin ruido.

sábado, 11 de julio de 2015

Malvado nacionalismo

Leí por ahí, en Internet, que menos de cinco contradicciones en uno mismo es dogmatismo. Bueno, se lo leí a Hibai Arbide (@Hibai_) y no sé si la frase es suya.

Aparentemente, se podría decir que una de esas contradicciones en mí es la que tiene que ver con el nacionalismo. Yo no la veo contradicción porque tiene matices, pero superficialmente puede considerarse así. Concretamente, a pesar de que soy nacionalista, no me gusta nada el nacionalismo. Podría aducirse la típica frase de que soy un nacionalista deseando dejar de serlo, aunque me suena demasiado a lugar común. La cuestión es que aunque me identifico con una cierta nación y con sus símbolos, no llevo este sentimiento de identificación a lo irracional, y tampoco me gusta la gente que lo hace.

¿A qué viene todo esto? A una cuestión sencilla. Desde que el gobierno de Syriza se plantó ante la Troika (para luego ceder, pero ese es otro tema) y montó un referendo para preguntar a los griegos si aceptaban las políticas de austeridad, se viene cuestionando mucho, más que en los años anteriores, el papel y el funcionamiento de la Unión Europea, y concretamente de un país miembro, Alemania.

Desde que empezó la crisis de deuda se viene culpando a Alemania y a los alemanes de todos los males que nos aquejan a los territorios meridionales de la Unión Europea. Se vienen diciendo auténticas burradas.

Discutí con un amigo de mi pareja porque aseguraba que toda la culpa de lo que nos pasa es de Alemania, que nos quiere empobrecer y explotar. Yo le decía que en última instancia la culpa sería de nuestros propios gobernantes, que aceptaban lo que les decían desde fuera, pero él parecía exculpar a todo aquel que tuviera carné de identidad español. La culpa era claramente de Alemania.

Muchos están diciendo que Alemania está intentando por la vía económica lo que no pudo por la militar: subyugar al resto de Europa. La manida referencia al Tercer Imperio, a la Segunda Guerra Mundial. Me cansa mucho que se siga identificando a Alemania con ese corto periodo de su historia, pero bueno.

Y lo que me ha parecido más absurdo de todo, ha sido alguien en Twitter asegurando que los alemanes nos odian a los europeos del sur. Así de sencillo, nos odian.

Estas tres opiniones tienen en común un componente nacionalista que me parece inadecuado e incluso peligroso. Se confunden las técnicas, intenciones y opiniones del gobierno alemán con las de los alemanes de a pie, solo porque compartan ciudadanía. Pero, a pesar de que los alemanes sean quienes hayan elegido ese gobierno (dentro de las rígidas normas de la democracia burguesa), me sigue pareciendo totalmente incorrecta esa interesada confusión.

Los alemanes de a pie, los que se levantan cada día para ir a trabajar y volver a casa a estar con su familia, están preocupados por su vida y por lo que los rodea. Ya tienen suficiente con lo suyo, como para tener que gastar energía en odiar a gente que ni conoce, o en desear empobrecerlos o subyugarlos. Los hay que tendrán un cierto interés en ello, pero la gran mayoría de los alemanes no tiene ninguna implicación directa en algo así y si se les llegara a pasar por la cabeza sería por un cierto envenenamiento mediático, claramente nacionalista.

El problema es que quien está orquestando todo esto no son los alemanes: es la clase dirigente alemana. La burguesía, vamos. Y su motivación no es tan nacionalista como capitalista: necesitan mano de obra a la que explotar para seguir engordando sus bolsillos. Lo mismo les da que esa mano de obra sea alemana, que griega, que portuguesa o andaluza. Pero tienen un mecanismo perfecto para conseguirlo, la Unión Europea, y este mecanismo ha conseguido aplastar más fácilmente a los que estamos en el sur. Ya utilizan otros mecanismos internos para aplastar a la clase obrera alemana.

Y, por supuesto, las burguesías del resto de los países no van a oponerse a estos mecanismos porque también les reportan jugosos beneficios. El dinero no entiende de nacionalidades; el capitalismo no entiende de nacionalidades. Los diversos tratados de la UE nos lo han demostrado y en el futuro lo hará el TTIP, que han aprobado los mismos de siempre para beneficiarse de nosotros.

La democracia que creíamos tener, esa pantomima burguesa que solo puede funcionar con las normas que ellos han fijado, está perfectamente diseñada para que no consigamos tirar estos mecanismos de extracción de nuestro trabajo. Partidos políticos capitalistas y medios de comunicación a su servicio trabajan duro para que el sistema esté atado y bien atado y no se vea en riesgo porque reclamemos lo que es nuestro.

Así que la próxima vez que quieras echar la culpa a los alemanes de algo, piénsalo dos veces. El alemán medio es un trabajador (o trabajadora) al que le han bajado el sueldo un par de veces con la excusa de la reunificación anexión de la RDA y al que le han introducido un copago sanitario brutal (10 euros cada trimestre que visites el médico, 10 euros cada día de hospitalización, ...). El alemán medio no te está robando, ni explotando, ni te odia ni te quiere conquistar; simplemente intenta llegar a final de mes y tener una vida cómoda para él/ella y su familia. Los directivos de las grandes empresas alemanas tampoco te odian, pero sí te desprecian y quieren exprimirte. Los de las grandes empresas españolas también. Quieren exprimirte a ti, a mí, a los portugueses, a los griegos, y a todo el que se deje.

Y nosotros nos estamos dejando. Nos han vendido como algo bueno todo lo que les da beneficios. El libre comercio, la moneda única, la política agraria común que ha conseguido desindustrializarnos. ¿Hasta cuándo se lo seguiremos permitiendo?

jueves, 4 de junio de 2015

Solidaridad mal entendida

En la vida de todo trabajador siempre surgen desavenencias con la empresa que compra su trabajo. Mayores o menores, pero siempre acaba surgiendo algo. A nivel individual o colectivo. Y para estas cuestiones colectivas tenemos esa bonita herramienta que llamamos negociación colectiva, parte de la acción sindical.

Una herramienta muy bonita y romántica, pero cuya efectividad depende, precisamente, de la colectividad, del grado de implicación que esta colectividad tenga en la resolución de sus problemas. De hasta dónde están dispuestos a llegar los trabajadores para reclamar lo que creen oportuno reclamar.

Porque las cosas suelen ponerse feas y las acciones colectivas acaban siendo necesarias. La más importante de estas acciones es la huelga, y también la más llamativa. Todo el mundo sabe lo que es una huelga. Todo el mundo ha vivido alguna huelga, si no en su empresa, en alguna de las que lo rodean.

Lo que mucha gente olvida, sobre todo los que no han necesitado hacer huelga, es que la huelga es un último recurso. Solo se recurre a ella cuando ningún otro recurso ha funcionado. A nadie le apetece perder un día de trabajo, que no vas a cobrar. ¿Y qué trabajador puede permitirse perder un día de sueldo?

El problema es que la maquinaria propagandística neoliberal, siempre al servicio de la patronal y sus beneficios, ha hecho estragos en la opinión pública acerca de la huelga y de la lucha obrera. Nos ha desclasado a todos, y uno de sus efectos es que ya no vemos con claridad el objetivo y el poder de la movilización de los trabajadores.

En mi empresa no hemos llegado al punto de hacer huelga, pero sí hemos empezado a movilizarnos. El primer paso ha sido decidir no hacer horas extraordinarias. Aunque siempre se habla en las firmas de convenios, y en las modificaciones del Estatuto, de que las horas extraordinarias deben ser suprimidas, y se debe hacer todo lo posible para evitarlas (en su lugar se debería contratar a más trabajadores para hacer esas horas necesarias), la cuestión es que en algunos sectores se depende mucho de las horas extras, y mi empresa se dedica a uno de esos sectores. Así que el negarse a hacer horas extraordinarias ya hace el suficiente daño como para que tengan que empezar a tenernos en cuenta para negociar.

Sin embargo, no es tan fácil poner de acuerdo a todo el mundo. Si bien mucha gente es consciente de la necesidad de tomar acciones colectivas, siempre hay quien se desmarca (por desgracia, en algunos sectores son más los que se desmarcan que los que luchan. Pero ya hablaremos de eso). Y siempre te vienen con la excusa de que no pueden permitirse dejar de ganar ese dinero.

La primera incongruencia es que las horas extraordinarias son eso, extraordinarias, y por lo tanto no es dinero con el que debas contar, porque bien podía haber pasado que no se necesitaran. Por lo tanto, sí puedes permitirte dejar de ganarlo. Pero, ay, qué goloso es el dinero, ¿eh?

Voy a hacer un juicio, que sé que no me corresponde, pero lo voy a hacer. Y es que la gran mayoría de la gente que no quiere dejar de ganar ese dinero (extra) no lo necesita, estrictamente hablando. No los van a echar de casa por ganar cien euros menos. No van a morirse de hambre ni dejar sin comer a su familia. Es una generalización y soy injusto por decir esto, pero no me equivoco. Por otro lado, hace cien, ciento veinte años, la gente se pasaba todo el día currando para llevar a casa dos mendrugos de pan. Y si había que hacer huelga se hacía... aun cuando la huelga no era legal. Pero había mucha más conciencia de la necesidad de luchar juntos por el bien de todos. Hoy en día me importa más irme de vacaciones una semana a la playa pagando un dineral que la lucha para que la empresa cumpla con la legalidad.

Mi problema, y por el cual viene este artículo y lleva ese nombre, es la actitud general hacia las movilizaciones. Concretamente, hacia los que no las siguen.

No sé cuántas veces habré oído en estos días que hay que entender al que viene a hacer horas. Primero hubo uno que me dijo que no había que llamarlos esquiroles. A ver, óigame usted, pero si se desmarcan de las movilizaciones, son esquiroles. No te gusta la palabra, vale. Pero no me digas que no llame a las cosas por su nombre, o a la gente por lo que es. Y si has decidido que no quieres seguir la movilización de tus compañeros, eres un esquirol. Ya que lo eres, llévalo con orgullo. Defiende tu postura. ¿No tienes tan claro que tienes derecho a trabajar? Defiéndelo. Pero ser un esquirol y encima no querer que te lo llame, es peor que ser esquirol, es ser un renegado.

Precisamente me acerqué uno de los días en cuestión para ver quién estaba haciendo horas (yo estaba de turno en ese momento). Y una compañera me preguntó qué hacía por allí, se lo expliqué. Al fin y al cabo, los compañeros movilizados siempre acaban preguntando quién ha ido a hacer horas, y están en todo su derecho de saberlo. Y obviamente, a los que están luchando por mejoras, a los que están privándose de hacer horas, no les gusta que haya compañeros que no se sumen. Habrá gente que se lo tome mejor y gente que se lo tome peor, pero en general, desagrada.

Mi compañera me dijo que hacer lo que yo estaba haciendo era incorrecto y denotaba intolerancia, que había que entender al que venía a hacer horas (es el nuevo mantra) y que todo el mundo tiene derecho a venir a trabajar si quiere. A pesar de que le expliqué que yo no iba a coartar a nadie ni a decirle a nadie lo que tenía que hacer, que yo solo iba a mirar, a informarme y a informar luego a los demás, la compañera estaba muy segura de que lo que yo hacía estaba mal.

Esta postura está muy, muy extendida, aun cuando hace cien años te hubiera convertido en un apestado.

Lo que parece que esta gente no entiende (o decide no entender) es que no es una cuestión de tolerancia. No es que me moleste que tú vengas a trabajar porque no haces lo mismo que yo o porque no piensas como yo. Es porque en la lucha obrera, si no te movilizas estás torpedeando la movilización. No existe la opción de quedarte a un lado. Si te sumas, das fuerza al movimiento, pero si decides no sumarte, se la restas, porque con tu trabajo estás contrarrestando el efecto de la movilización.

Por eso, los compañeros movilizados quieren saber quiénes son los que no se suman (los esquiroles, por decirlo más directamente). Y no necesariamente porque se les vaya a coartar o a obligar a nada, nada de eso. Pero si sabes que tu compañero está poniendo trabas a la consecución de mejoras por las cuales tú te estas arriesgando, es natural que no te guste, que no quieras sentarte con él a comer o hacerle favores, que no quieras colaborar con él más allá de lo que el desempeño de tu puesto de trabajo te exige. Y tienes todo el derecho a hacerlo.

Según mi compañera, nuestra postura es intolerante. Incluso llegó a decirme que somos insolidarios porque no queremos entender a los esquiroles. Sin embargo, yo tengo claro lo contrario. Estas personas se comportan de una manera sumamente insolidaria, por lo que he comentado antes.

Y por una cuestión que todos pasamos por alto (y sobre todo ellos): si al final se consiguen las mejoras que se han reclamado, ellos también las van a disfrutar. Y eso es lo verdaderamente injusto. Gente que no ha querido mover un dedo, que no ha querido arriesgar absolutamente nada, y que no ha perdido un solo céntimo, va a trabajar con las mismas condiciones que tú, que te has privado de horas extras o que has ido a la huelga, perdiendo días de salario.

A mi compañera le parece mal que no entendamos a los esquiroles. No obstante, dejando de lado la insolidaridad que se desprende de sus actos, creo que existe una evidente carencia de madurez en su postura. Se te ha presentado la elección: vengo a hacer horas extras o no vengo. Doy fuerza a la movilización o se la quito. Me gano mis 13 euros la hora o no me los gano. Al final, decides venir a hacer horas, con todo lo que conlleva para tus compañeros. ¿Encima vas a querer que te traten como si no lo hubieras hecho? Como decía mi madre, to no se puede llevá palante (aquí en Sevilla dicen que teta y sopa no cabe en la boca). Y ya tenemos bastante edad como para saber estimar las consecuencias de nuestros actos. Tomas una decisión, eliges una opción, tendrás que aceptar todo lo que conlleva. Igual que los que nos movilizamos elegimos ser señalados, a cambio de lo que podamos conseguir para todos.

Así que me parece que, por desgracia, la solidaridad hoy en día está mal entendida. No por todos, claro, pero hay demasiada solidaridad con el que no es solidario. Y por eso nuestras condiciones laborales están tomando este camino. En todos los sectores. Si no quieres que te exploten, tienes que luchar. Con todo lo que conlleva, con todo lo que arriesgas. Nuestros bisabuelos lo tenían muy claro. Si se nos olvida lo acabaremos lamentando.

viernes, 1 de mayo de 2015

Conciencia de clase

Conciencia de clase es saber que dependes de tus manos para sobrevivir.

Es saber que no te van a regalar nada y que solo vas a tener lo que pelees por conseguir.

Conciencia de clase es saber que hay gente que vive de tu trabajo porque te lo compra lo más barato que puede. Que los que poseen los medios de producción van a hacer lo que puedan por aprovecharse de tu necesidad. Que si das la mano te cogen el brazo.

Y a la vez, conciencia de clase es saber que si todos los trabajadores y trabajadoras nos ponemos de acuerdo, podemos conseguirlo todo. Porque ya lo hemos hecho anteriormente. Porque las vacaciones pagadas y la jornada de 8 horas se consiguieron con huelgas, con sangre. Que algunos/as de nosotros murieron en el intento.

Conciencia de clase es lo que el burgués intenta que no tengamos porque, si tomásemos conocimiento de nuestro poder, el burgués tendría que trabajar y no podría vivir de explotarnos.

La lucha obrera se hace todo el año, pero hoy es el Día Internacional del Trabajo, del Trabajador y la Trabajadora o de la Lucha Obrera, y sirve para no olvidar lo que somos, para recordar dónde estamos, de dónde partimos, adónde podemos llegar, y lo que puede pasar si no luchamos.

Es nuestro deber como obreros, por nosotros mismos, por todos nuestros compañeros y compañeras de hoy, los que lucharon, y los que lucharán mañana.

Feliz día del trabajo a todos.

sábado, 28 de marzo de 2015

Elecciones en Andalucía (II). Reformando el sistema electoral

El propósito de este artículo es, simplemente, comparar el reparto de escaños que habría salido de las últimas elecciones al Parlamento de Andalucía si el sistema de reparto fuera diferente.


El reparto actual (provincial, ley d'Hondt, barrera del 3%) queda del siguiente modo:




Primera variación. Eliminando la condición estatutaria de que ninguna provincia elegirá el doble de diputados que otra (sobrerrepresenta las provincias más despobladas -rurales-) y haciendo en su lugar un reparto proporcional según población.


En el resultado vemos que se verían beneficiados Podemos y Ciudadanos, que han conseguido mejores resultados en las provincias más pobladas.

Segunda variación. Eliminando las provincias, utilizando en su lugar una circunscripción electoral única para toda Andalucía.




En este caso ganarían escaños Podemos y Ciudadanos, pero sobre todo Izquierda Unida, debido a que en el reparto por provincias pierden muchos votos que no llegan a obtener representación.

Tercera variación. Eliminando las provincias y además la barrera del 3%.


Del mismo modo que en el caso anterior, UPyD y el Partido Andalucista tendrían votos suficientes para entrar en el reparto pero, dado que sus votos están repartidos por todas las provincias y no llegan al 3% de la población, se quedan fuera en el reparto actual.

Cuarta variación. Mantenemos las provincias con sus escaños actuales, pero en lugar de repartirlos por ley d'Hondt lo hacemos por método proporcional (resto mayor).






En este reparto vemos algo claro: la ley d'Hondt beneficia a PSOE y PP, mientras que perjudica a los más pequeños. De hecho, IU sacaría con el método proporcional el doble de los escaños que ha obtenido con ley d'Hondt.

Quinta variación. Asignamos a cada provincia escaños proporcionales a su población, y luego los repartimos también por método proporcional.





En este caso, comparado con el anterior, IU sacaría dos escaños menos y Ciudadanos dos más, seguramente por la mayor implantación de Ciudadanos en las zonas urbanas (Sevilla, Málaga y Cádiz).

Sexta variación. Igual que el caso anterior (provincias con escaños proporcionales a su población, repartidos por método proporcional) pero sin la barrera del 3%.


En este caso se ve claramente cómo la barrera del 3% perjudica a partidos minoritarios, en este caso UPyD y PA.

Séptima variación. Circunscripción única para toda Andalucía, escaños repartidos por método proporcional, con barrera del 3%.





Si comparamos con la segunda variación, vemos que, de nuevo, la ley d'Hondt beneficia al PSOE.

Octava variación. Circunscripción única para toda Andalucía, escaños repartidos por método proporcional, esta vez sin barrera del 3%.


Por último, esta opción, que es la más cercana al principio de «una persona, un voto», es la que daría el parlamento más plural. Ocho partidos en total y un reparto tal que los únicos pactos de gobierno posibles serían PSOE+PP y PSOE+Podemos. Una situación que obligaría a más de uno a entenderse.


Cuando salgan los datos oficiales y tenga mucho tiempo, a lo mejor pruebo a hacer el reparto si se otorgaran los diputados por comarcas.

lunes, 23 de marzo de 2015

Elecciones en Andalucía. No todo es tan malo como parece

(Nota: después de terminar el texto me he dado cuenta de que parece que soy de Podemos. No soy afiliado ni simpatizante de Podemos, hay muchas cosas de ellos que no me terminan de convencer (como la torpeza en su política territorial), pero confieso que los voté ayer. Dudaba entre ellos e IU, pensaba que eran las dos únicas opciones aceptables desde mi punto de vista ideológico, y al final decidí darle la oportunidad al círculo morado.)

Casi todos mis conocidos más cercanos, amigos y familia se iban ayer a dormir con una profunda decepción por los resultados de las elecciones andaluzas. En resumen, el partido que lleva más de treinta años gobernando la comunidad autónoma mantenía su número de escaños, después de varios escándalos de corrupción y una legislatura más bien sobresaltada.

Del mismo modo, la propia Susana Díaz anoche proclamaba a los cuatro vientos su victoria y el respaldo masivo de los andaluces a su candidatura, porque además era la primera vez que los andaluces la podían votar y el 35% de los votantes lo hicieron. Recordemos que cuando llegó a la Presidencia fue por designación directa.

Mentiría si dijera que no me decepcioné ayer. Desde luego, los 47 escaños del PSOE me sabían a demasiado, mientras que los 15 de Podemos y los 5 de IU me parecían muy pocos. Vale, estaba claro que el electorado castigaría a IU por el pacto de gobierno con el PSOE, pero... ¿sólo cinco? ¿Y con Podemos qué pasa?

Hemos sido víctimas de la coyuntura mediática y política. Nos parece que Podemos está de moda, pensábamos que era el partido que iba a arrasar y llevárselo todo de calle. Sale en la televisión, sobre todo en la Sexta; se habla de él en Twitter y Facebook. Precisamente en las redes sociales es donde el PSOE y el PP son dos partidos más, que no destacan por ser especialmente desenvueltos.

Pero la realidad andaluza es otra. Hay grandes masas de gente que ve la tele, sí, pero apenas ve la Sexta. De hecho apenas se interesan por ningún programa de televisión donde se hable de política (los programas televisivos de política además tienen una calidad bastante baja, con grandes sesgos y ataques interesados a partidos, pero ese es otro tema). Grandes masas de gente que no entra en Internet y que, si lo hacen, no lo hacen para informarse en redes sociales, porque ya obtienen su información por otros medios. En esos medios la preponderancia del PSOE y del PP es casi absoluta.

Ya en las elecciones europeas, en las que estuve de apoderado, me sorprendí de que hubiera interventores, presidentes y vocales de mesa que no conocieran a Podemos. Por entonces ya llevaban meses en la palestra televisiva e internáutica, y yo tenía la impresión de que Pablo Iglesias, Errejón y Monedero eran bastante conocidos. Pero cada voto que salía para Podemos era un gesto de extrañeza en la cara de estas personas.

Obviamente la situación actual no es la misma que en mayo del año pasado, pero no podemos pretender que ahora Podemos se coma el mundo. Ha obtenido 15 diputados y ha sido la tercera fuerza política en un parlamento más repartido que nunca.

Por otro lado, hay que tener en cuenta la situación de la que veníamos. Las elecciones de 2012 fueron muy difíciles para el PSOE, recibieron muchos votos de castigo, el escándalo de los ERE estaba mucho más fresco que ahora y Griñán no es el santo de la devoción de mucha gente; muy trabajador, pero muy poco carismático. En 2015 el PSOE ha conseguido movilizar a muchos votantes que en 2012 se habían quedado en casa. Y no olvidemos que Susana Díaz es una oradora espectacular. A la gente se la lleva de calle, y ha conseguido dar imagen de ser «algo nuevo» después de los dinosaurios Griñán y Chaves; el PSOE lo ha cambiado todo para que nada cambie. Si a esto le sumamos que los casos de corrupción andaluces ya son tema diario en las noticias, su impacto es mucho menor del que era.

Andalucía es una sociedad muy conservadora. No tanto en el sentido social, en el que pienso que es una sociedad bastante abierta y liberal, pero sí en el sentido político. Mucha gente (sobre todo de más de 50 años) no piensa en otros términos que no sean PSOE y PP (bueno, y los comunistas, que siempre han estado ahí pero nunca han sido vistos como voto útil). Es muy probable que nunca dejen de pensar en esos términos. Dada la composición social de Andalucía, también es lógico que entre estos dos el PSOE tenga mucho mayor predicamento que el PP. Si a esto le sumamos que en treinta años ha habido tiempo para tejer ciertas redes clientelares, el resultado estaba cantado.

Tenemos que tener en cuenta, del mismo modo, que Podemos carece de estructura local en gran parte de las ciudades medias y pueblos de Andalucía. Hasta ahora se ha comportado como un fenómeno urbano. En las grandes ciudades han recibido muchos votos, en algunas han superado al PSOE-A, y en casos como el de Cádiz capital han sido el partido más votado. Pero si comprobamos los datos de muchos pueblos de Andalucía, Podemos ni está ni se lo espera. Su extensión por las zonas rurales va a ser lenta y a estas alturas aún no se ha dado. Susana Díaz lo sabía perfectamente cuando adelantó las elecciones.

Por eso nos queda PSOE para rato, pero el cambio se está dando. Lentamente, porque Andalucía avanza lentamente, pero se está dando. La movilización extraordinaria que ha tenido el PSOE en estas elecciones solo le ha permitido obtener los mismos escaños que en las pasadas elecciones, pero no más, y su porcentaje de votos ha bajado en tres puntos. Nos han vendido como gran victoria lo que hace tres, seis, nueve años habría sido un resultado muy mediocre. Nos habíamos creído que el PSOE iba a ser el PASOK griego, que iba a dejar de ser la fuerza más votada. Y si bien pienso que ha comenzado su cuesta abajo, también creo que esta cuesta va a ser larga y poco empinada. Pero ya ha comenzado, la cantidad de militantes y simpatizantes del PSOE que se han pasado a Podemos no es nada despreciable, y esa gente es difícil que vuelva al PSOE.

En resumen, prefiero ver los resultados de ayer desde este punto de vista positivo. Las cosas han empezado a moverse. Ahora está en las manos de todos conseguir que no se paren. Y por eso no nos podemos desanimar, y Podemos no puede venirse abajo. Tiene que seguir en la calle, dándose a conocer y enseñando a la gente que el cambio en Andalucía es necesario.

PD: Quiero dedicar un párrafo a Izquierda Unida, coalición a la que le tengo cariño. De hecho me ha encantado Elena Cortés como consejera de Fomento y Vivienda y me apena que se le haya acabado el mandato. Pero, aunque solo sean cinco parlamentarios, IU sigue viva. Cuando empezaron el pacto de gobierno sabían que corrían este riesgo. Tomaron esta decisión y podía haberles salido peor. Ánimo y a seguir en la lucha.