miércoles, 1 de mayo de 2019

Lo que son (y lo que no son) tu comité de empresa y tu sindicato

¿Qué es un comité de empresa?


El comité de empresa es la representación legal de los trabajadores de una empresa.

Son las personas elegidas mediante sufragio para interceder ante la empresa y reunirse con ella para tratar problemas y asuntos colectivos, que conciernen a toda la plantilla o a una parte de ella.

Los miembros del comité de empresa recogen las inquietudes de la plantilla y anotan los problemas que les afectan, para intentar arreglarlos mediante la negociación con la dirección de la empresa.

Cuando la negociación no funciona porque la dirección no accede, el comité de empresa se encarga de emprender otras acciones: denunciar en inspección de trabajo, acudir al organismo mediador (en Andalucía es el Sercla), o si todo esto falla, organizar la huelga u otras movilizaciones.

Los miembros del comité de empresa tienen que estar en continuo contacto con la plantilla.

¿Qué no es un comité de empresa?


El comité de empresa no es tu mayordomo. No está ahí para que te desentiendas de tus problemas laborales. El comité de empresa no va a solucionártelos: no puede. Puede luchar con las herramientas legales que tiene, pero requiere de tu compromiso como trabajador/a. Si se pide colaboración, tienes que darla. Si se pide implicación, te tienes que implicar. Si se organiza una movilización o una huelga, tienes que secundarla. De lo contrario, el comité de empresa no tiene ningún poder.

El comité de empresa no es tu abogado laboralista. Seguramente puedan resolverte todas tus dudas acerca de tu convenio o de los acuerdos que ha firmado la dirección de tu empresa acerca de las vacaciones, días libres, horarios, permisos u otras condiciones laborales. Pero no puede conocer todas las leyes, ni puede saber todos los mecanismos que existen cuando algo va mal.

El comité de empresa no está ahí para tus problemas individuales. Puede oírlos, darte algún consejo, o incluso intentar hablar con la empresa para intentar que te lo resuelvan, pero no tiene las herramientas legales para solucionarlo porque son una institución de representación colectiva, no individual. El comité va a ayudarte en todo lo que pueda pero, si tienes algún problema individual, tienes que resolverlo por tu cuenta: tendrás que denunciar tú mismo/a. Spoiler: en eso tu sindicato te puede ayudar.

¿Qué es un sindicato?


Un sindicato es una asociación de trabajadores. Sus objetivos son la organización obrera, la representación, pero también la ayuda mutua.

El sindicato te sirve para estar protegido/a ante los abusos de los empresarios. ¿Cómo te protege el sindicato? Te ofrece consejo ante los problemas laborales, información legal, y apoyo jurídico si tienes que acudir a la justicia. El sindicato ofrece a sus afiliados/as un gabinete jurídico a precios reducidos por si hubiera que denunciar al empresario o llevarlo a juicio.

¿Cuál es mi sindicato?


Aquel cuya cuota pagues. No importa cuál sea el mayoritario en tu comité de empresa, o incluso si el empresario tiene prohibida la actividad sindical en tu empresa. Si pagas un sindicato, tienes un sindicato.

¿Tengo que estar afiliado/a a un sindicato?


Como todo en esta vida, es una opción personal. Como trabajador con conciencia, te diría que sí, tienes que afiliarte a un sindicato. No solo por las ventajas que te he comentado, sino también porque tu colaboración ayuda a los demás afiliados. Al ser una organización de ayuda mutua, lo que tú aportes (tu cuota y tu implicación) puede ayudar a quien tiene un problema ahora, igual que la de los demás te servirá cuando tengas un problema más adelante.

Tu jefe o tu patrón no tienen por qué enterarse, pagas tu cuota por el banco, sin que aparezca en nómina.

¿Y si no quiero afiliarme?


Es tu decisión, pero a la hora de negociar con la empresa, vas a necesitar suerte para defender tus posiciones desde la individualidad, y en asuntos jurídicos, vas a tener que buscarte y pagarte tú la defensa legal.

Pero es que los sindicatos no hacen nada por los trabajadores.


Bueno, lo primero que hay que preguntarse es qué están haciendo los trabajadores.

¿Defienden los trabajadores sus derechos?
¿Se quejan los trabajadores a sus jefes cuando estos les dicen que hagan horas extras sin que se las vayan a pagar?
¿Denuncian los trabajadores los abusos en inspección de trabajo?
¿Se organizan los trabajadores para evitar los abusos?

Se ha puesto de moda en los últimos veinte años criticar que los sindicatos no hagan nada. El sindicato hará lo que los trabajadores le obliguen a hacer. Pero de los millones de trabajadores que existen en el Estado, están afiliados a un sindicato menos del 20%.

Y vuelvo a lo que decía antes: la representación sindical no está para que te desentiendas. Igual que la política, la acción sindical tenemos que hacerla todos. Los trabajadores tenemos que estar en contacto con nuestro comité para que tenga en cuenta nuestras opiniones, del mismo modo que si quieres que un sindicato tenga en cuenta tu opinión, lo primero es afiliarse, y lo siguiente es hacer llegar tu opinión en sus órganos de representación: asambleas, congresos, en el contacto con la ejecutiva de tu zona...

Si tu sindicato o tu comité de empresa hacen algo que no te gusta, házselo saber por los cauces oportunos.

Si ni siquiera estás afiliado, ¿qué quieres que haga el sindicato por ti? ¿Por alguien que ni siquiera es parte de la organización? ¿Por alguien que ni siquiera se ha molestado en mover el culo para afiliarse?

Recuerda una cosa, un hecho evidente: los sectores con mayor representación sindical son los que mejores condiciones laborales tienen.

Por todo esto, la afiliación sindical es necesaria. Y la acción sindical por parte de todos/as, no solo de los sindicalistas, es una obligación moral.

sábado, 27 de abril de 2019

Cortes Generales 2019

En vista de las elecciones de mañana, tengo unos cuantos pensamientos que me llevan días rondando por la cabeza y los voy a exponer aquí ahora.

1. Voy a votar. En la situación en la que estamos me parece lo correcto. También es verdad que he votado en todas las elecciones que se me han presentado. Lo lamento por los que os parece que así apoyo el sistema. Sinceramente, tal y como yo lo veo, retirarle el «apoyo» al sistema mediante la abstención o el voto nulo tampoco es que vaya a cambiar mucho, ¿o es que a alguien le ha importado cuando en las elecciones europeas ha habido una participación del 40%? Ni el gobierno se ha preocupado, ni ningún partido se ha posicionado en contra de la Unión Europea a raíz de eso (los antieuropeístas ya lo eran de antes).

No voy a criticaros a los que no vais a votar. Simplemente estimo que yo no me lo puedo permitir. No puedo arriesgarme a que un gobierno de derechas sume, llegue al poder y empiece a recortar derechos como ya han dicho que van a hacer. Y no solo por el tema sexual-LGTBI (que obviamente para mí es MUY importante) sino también, y de manera casi más importante, por los servicios públicos y el Estado del bienestar. No quiero que me sigan recortando en la cuantía del despido, ni en las prestaciones por desempleo, ni en la calidad del sistema sanitario… Vale que solo son parches a este erróneo e injusto sistema que llamamos capitalismo, pero a dios rogando y con el mazo dando.

No soy socialdemócrata, mis ideas son marxistas-leninistas y soy más partidario de la revolución que de la reforma, pero no estamos en una situación prerrevolucionaria (¿o es que veis a las masas enardecidas para tomar los medios de producción?) y para llegar a la revolución proletaria nos quedan años de trabajo. Pero oye, a estas alturas me importa cero que alguien piense que soy esto o lo otro.

2. Tampoco nos pasemos al otro extremo. «Hay que votar porque tus abuelos lucharon por ese derecho». No, señores. Yo voto porque me parece lo correcto en esta situación, no porque mis abuelos hayan luchado por nada. Que se lo reconozco y se lo agradezco, y por supuesto sin la lucha comunista contra el franquismo no tendríamos lo poco que tenemos ahora (sí, porque este sistema burgués de cartón piedra es bastante deficiente, pero estaríamos aún peor sin ellos). Pero no me vengáis con eso: nuestros abuelos también lucharon por el derecho a huelga, y muchos, muchísimos de ustedes, en cuanto viene una huelga defendéis «el derecho a trabajar», que eso sí es para que se os caiga la cara de vergüenza. Una huelga es muchísimo más efectiva que unas elecciones; si no, preguntadle a cualquier empresario. A las huelgas les temen, a las elecciones no (ya lo dijo Juan Roig, el dueño de Mercadona, hace unas semanas).

3. Voy a votar a una opción socialdemócrata, sí. Mi voto va a ser para Unidas Podemos. Con la nariz tapada, porque hay tantas cosas con las que no estoy de acuerdo. Pero barajando las funciones de las Cortes Generales y las posibilidades que se presentan, prefiero votar a lo menos malo que dárselo al PCOE (lo siento porque me parecen coherentes) o al PCPE (el circo que han montado me ha frustrado muchísimo). Además, seamos serios, por Sevilla no van a sacar ni un solo escaño, ni con mi voto ni sin él.

4. Estos días he leído de gente que va a votar al PSOE «porque gracias a él hay matrimonio homosexual». Sí, gracias a ellos tenemos también una constitución que prioriza el pago de la deuda frente a los servicios sociales. También estuvieron a punto de gobernar mediante un pacto con Ciudadanos que abarataba el despido. Venga ya.

5. Tengo conocidos que van a votar a la derecha. Ninguno es del mediano ni del gran empresariado (que son los colectivos a los que va a favorecer la derecha). El voto de estos conocidos va a ir directamente en contra de sus intereses económicos objetivos. Pero oye, cada uno es lo tonto que quiere. Si te sientes insultado, lo siento, no te insulto yo, lo haces tú con tu voto. Espero que me recuerdes cuando te despidan con 10 días por año o te anulen la validez del convenio colectivo (como intentó Rajoy). Tú estarás seguro de que has hecho lo correcto «para parar a los catalanes» o cualquier gilipollez del estilo. Que por cierto, ya hay que ser xenófobo de mierda para que te resulte más importante impedir el derecho político de otro pueblo que defender tus derechos laborales y sociales. Oh, lo siento, te he insultado otra vez. Ah no, que lo has hecho tú mismo.

Y si crees que las medidas de la derecha permitirán reducir el paro, lo siento, pero no solo estás equivocado sino que lo estás porque quieres. Te remito a las legislaturas de Rajoy, o a las reformas económicas implementadas en Chile en los 80. Sé que no vas a pensar en nada de esto ni a buscar información. Si a estas alturas sigues pensando que la derecha reduce el paro, es porque te importa más creer en algo falso que buscar que, efectivamente, lo es.

Déjame añadir que si vas a votar a Vox, un partido que se ha mostrado en contra de varios derechos humanos, no es que me parezcas ignorante, me pareces mala persona.

6. «Es que la izquierda no se ocupa de los problemas de los obreros, solo hablan de feminismo y de géneros». He escuchado esto por parte de gente de derechas y de izquierdas. Realmente, dice más de tu capacidad de concentración que de otra cosa: si de todo lo que hablan solo te quedas con el discurso sobre géneros y feminismo (que es muy necesario, y si a ti no te hace falta te felicito, estás mejor que muchos otros a quienes sí nos hace falta), quizá es que eso te molesta tanto que no eres capaz de oír las propuestas económicas, laborales y sociales (que son la parte abrumadoramente mayoritaria del discurso). Y eso tiene un nombre que no voy a decirte yo, ya lo sabes tú mismo.

7. Por último, compañeros, la política no es algo que se haga cada cuatro años. No basta con ir, echar tu voto, y olvidarte luego o limitarte a quejarte, porque eso sí que no sirve para nada. Las cosas no se cambian (solo) echando un papelito en una urna cada cuatro años. Las cosas se cambian en la calle. En las asociaciones, en los colectivos sociales, en los sindicatos, en las huelgas, en las manifestaciones. ¿A cuántos de ustedes voy a ver en la manifestación del miércoles por el Primero de Mayo? Ya os digo yo que voy todos los años: a muy poquitos. ¿Cuántos hicisteis la última huelga general?

Como me han dicho alguna vez, «qué pereza, ¿es que la política no puede hacerla otro?» No. La política la tenemos que hacer nosotros, y tenemos que hacerla cada día. Como ya dijo Joan Fuster,toda política que no hagamos nosotros, la harán contra nosotros. Si no te hace falta hacer política, eres un afortunado.

En fin, estas son mis posturas. No son inamovibles, no son dogmas, son lo que siento a día de hoy. Haced mañana lo que más os pida el cuerpo. Solo os pido que lo hagáis informados.

lunes, 3 de diciembre de 2018

La ultraderecha: ni son tres ni son idiotas

Después de las elecciones al Parlamento de Andalucía de ayer, hoy lo único de lo que se habla es de sus sorprendentes resultados: Andalucía hace «historia» por ser el primer parlamento donde consigue representación el partido fascista Vox.

Por supuesto, no podemos negar que es lamentable este hecho, incluso dentro de lo insatisfactoria que puede ser la democracia burguesa para la gente de nuestra clase. Pero las reacciones en muchos casos no han estado al nivel de lo que las circunstancias requieren.

Primeramente, no han faltado las reacciones aludiendo al nivel intelectual de los integrantes de Vox o de sus votantes. Bien, los integrantes del partido fascista Vox no son idiotas. Es muy peligroso pensar esto así que redundaré: no son ningunos imbéciles. Al contrario: es gente con unos intereses muy claros y que se ha organizado en un partido para llevarlos a cabo. Y no solo eso: ha convencido a 700.000 personas para que los vote. Pensar que la extrema derecha es imbécil por mantener postulados fascistas es una postura muy infantil, y sobre todo peligrosa, por cuanto subestima el daño que pueden hacer estas personas.

¿Y sus votantes? No, por supuesto que no. Las 700.000 personas que han obtenido el voto de la ultraderecha son muy diversas. Pero no, tampoco hay que caer en el infantilismo de pensar que son ignorantes o que no saben lo que han votado (o, al menos, no más que los votantes de otros partidos).

Dicho esto, las opiniones se dividen, fundamentalmente, entre las que culpan sobre todo a la izquierda y las que no la culpan tanto.

¿Quién ha votado a Vox? Está claro que el voto es transversal y no se puede decir que solo hayan cosechado votos de un tipo de votante determinado. Sin embargo, se comprueba que han obtenido mejores resultados en las demarcaciones de mayores rentas y de voto tradicionalmente derechista. ¿Ha habido obreros que han votado a Vox? Por supuesto, pero tenemos motivos para pensar que el grueso de sus votos provienen de burgueses o de trabajadores con una buena posición económica.

Los que más culpan a la izquierda no paran de repetir una consigna que se ha convertido casi en dogma. «Los obreros han abrazado a la extrema derecha porque la izquierda no habla de sus problemas». «La izquierda solo habla de luchas identitarias y ha olvidado los problemas de la clase obrera». «La izquierda se dedica al posmodernismo». Yo aquí solo veo dos opciones: ignorancia o mala fe. O las dos a la vez.

Ignorancia porque no es cierto que la izquierda no haya hablado de los problemas de la clase obrera. El discurso de la izquierda socialdemócrata (Adelante Andalucía) se ha centrado precisamente en empleo, vivienda, sanidad, educación, servicios públicos. Y porque, como hemos visto, tampoco está tan claro que la clase obrera haya abrazado a la extrema derecha.

Y mala fe porque se recurre a la falacia de la falsa dicotomía. Quien esgrime estas excusas da protagonismo a la lucha por los temas identitarios, a la que es cierto que se dedica la izquierda, como si esta invalidara o impidiera la lucha principal, la obrera. No, no es así. Pero parece que las luchas por la dignidad LGTB, la lucha feminista o el ecologismo escuecen en algunos sectores de la izquierda. Hay tiempo para todo y, si bien es cierto que la lucha obrera es la más importante de todas, también es cierto que ha ocupado el centro del discurso de la izquierda.

¿Es que la izquierda no se ha equivocado? ¿No podría hacerlo mejor? Pues a la vista de los resultados, está claro que sí. Y no hablo solo de la socialdemocracia, sino más aún del marxismo leninismo. La estrategia tomada hasta ahora no está funcionando.
Pero tenemos que saber las cartas con las que jugamos. Tenemos unos medios de comunicación que se han encargado de aupar a Vox y de ningunear a la izquierda. Recordemos que Vox disfrutaba cada día de minutos en las noticias aun careciendo de presencia parlamentaria y habiendo recibido menos votos que los animalistas en las anteriores elecciones; mientras tanto, las acciones de campaña de la izquierda socialdemócrata apenas han aparecido en los boletines. Este empujón mediático ha tenido mucha culpa en la aparición de la extrema derecha en el parlamento.

Y no solo ha ocurrido esto en los medios de comunicación tradicionales. En redes sociales el discurso de Vox ha calado más. También es cierto que su discurso es mucho más sencillo y apela al sentimiento más que a la racionalidad: centrar su campaña en la defensa de España frente a las amenazas internas (separatismos) y externas (inmigración) les ha servido para ganarse la confianza del sector más nacionalista de la clase obrera. Al discurso del odio y el miedo se le ha sumado la falta de escrúpulos: está claro que quien fomenta el racismo y la xenofobia no va a tener ningún problema en inventar sucesos y distribuirlos por redes (principalmente WhatsApp) para hacer que cale su mensaje, y así ha sido.

La izquierda va a tener que currárselo mucho si quiere que su discurso, basado en la clase y más complejo que el de la derecha, supere el poder de convicción del odio y el miedo. Pero es algo que tenemos que empezar a hacer ya, porque el fascismo ya ha despertado y va a por nosotros. Detrás de su banderita y de su discurso de «orden» no solo esconde el odio al inmigrante, sino también a las mujeres, a los homosexuales y a los rojos. Y no van a dudar en hacer lo posible para ponernos donde quieren que estemos. Los años 1930 ya nos lo dejaron claro.

domingo, 5 de marzo de 2017

La hegemonía y el impuesto de sucesiones

¿Sabéis lo que es la hegemonía?

Os lo voy a explicar con un ejemplo de actualidad.

Últimamente veo a mucha gente en redes sociales (y a veces en la vida tangible) quejarse y protestar contra el impuesto de sucesiones vigente en Andalucía.

Esta gente que se queja es de lo más variopinto. Oscilan desde gente muy bien posicionada, hasta verdaderos muertos de hambre (sin ánimo de sonar despectivo. Bueno, o sí, que suene despectivo. Ahora entenderéis por qué). La cuestión es que está de moda criticar el impuesto de sucesiones, porque es un robo, porque es injusto, porque pobrecita la gente que tiene que heredar, o no sé qué otras locuras he leído.

Esta gente que está en contra del impuesto de sucesiones normalmente siempre dice lo mismo: es injusto que tenga que pagar para recibir una herencia. Lo han dicho tanto que ya es como un dogma. ¿Realmente es injusto?

Lo primero: no, no es injusto pagar por recibir una herencia. ¿Por qué va a serlo? Es que mis padres han trabajado tanto para que ahora el Estado se quede una parte. Pues en primer lugar, exacto, han trabajado tus padres, no tú, que eres quien va a quedarse la herencia y quien va a disfrutarla ahora.

Es que al final los que heredan acaban teniendo que renunciar a la herencia porque no pueden pagar tanto. ¿De verdad? La cifra de renuncia a las herencias en Andalucía se encuentra alrededor del 10% y, sinceramente, pensar que son todas por no poder pagar el impuesto es ser ignorante cuanto menos. ¿O no es mucho más plausible que la mayoría de las renuncias se produjeran porque la herencia consiste en deudas e hipotecas, como indica el máximo representante de los notarios? No, seguro que es por el impuesto.

Es que mis padres solo me dejan su casa y encima tengo que pagar por eso. En la mayoría de los casos, esto es mentira. La vivienda habitual está exenta si su valor es menor a 123.000 euros, y si es mayor, llega a estar exenta hasta en el 95% si supera los 242.000 €. Además hay otros factores diversos de reducción del impuesto. Más información, que veo que hace falta.

En total, más de un 80% de las herencias no tuvieron que pagar impuesto, y en el caso de padres a hijos, solo tuvo que hacerlo el 3%. No hablamos de la población, sino del total de las herencias. Recordad que hay mucha gente que no deja nada en herencia porque no tiene patrimonio. ¿Qué os parece? ¿De verdad os pensáis que va a ser vuestro caso, que vais a heredar tanto como para tener que pagar?

Resumen: tenemos a un ejército de pobrecitos que defienden que no haya que pagar un impuesto que ellos nunca tendrán que pagar. Este es un impuesto que grava las transmisiones de grandes patrimonios... seguramente, el tuyo no. Pero puedes seguir defendiendo que los ricachones no paguen su impuesto. Ahora, entiende que, si quitamos ese impuesto, luego no haya dinerito para los hospitales, los colegios, las carreteras... salvo que quieras pagarte tú mismx todo eso.

¿A quién le interesa que este ejército de pobrecitos defienda que se elimine el impuesto? Obviamente, a los que tienen que pagarlo, porque les están haciendo un favorazo.

Los que tienen que pagarlo, las personas de mayor poder adquisitivo, la gran burguesía, han conseguido que todos estos muertos de hambre (sí, lo digo con desprecio, y me lo permito porque soy uno de ellos) quieran eximirlos de pagar. Han conseguido que estos muertos de hambre (que no tendrán que pagar este impuesto pero necesitarán utilizar los servicios públicos) defiendan los intereses de los burgueses en detrimento de los suyos propios.

ESTO ES HEGEMONÍA. Una vez más, los burgueses piensan por nosotros. Y les sale bien, oye, les seguirá saliendo bien hasta que nos dé la gana de abrir los ojos.

Para más información, leed el blog de Rafa Sanz, un portento del derecho tributario al que sigo en Twitter (y al que ustedes deberíais seguir). Él lo explica mucho mejor que yo.

lunes, 6 de febrero de 2017

Huelgas y salarios en medios de comunicación

La lección de lucha de clases de hoy es inspirada por el Profe Rojo (aquí su Twitter).

Ya sabéis que el último recurso de los trabajadores para ejercer presión ante sus patronos es la huelga, a la que se recurre cuando se quiere reclamar una mejora o no se acepta un empeoramiento de las condiciones de trabajo, y además las otras vías de negociación han fracasado, o el patrono no se aviene a negociar.

La huelga es una de las expresiones más claras de la lucha de clases. La clase burguesa, los patronos, intentan salvaguardar sus intereses (mantener o aumentar la plusvalía, es decir, el beneficio que extraen de los trabajadores). La clase trabajadora, por otro lado, lucha por los suyos, que dependiendo del conflicto, pueden consistir bien en reducir la plusvalía o en mejorar sus condiciones de trabajo, por ejemplo.

Precisamente como expresión de la lucha de clases, en la huelga no solo entran en juego las dos clases enfrentadas dentro de esa empresa o de ese sector, sino también de fuera. Y aquí desempeñan un papel fundamental los medios de comunicación que, no olvidemos, también están dirigidos por la clase burguesa.

¿Qué hacen siempre los medios de comunicación? Unos de manera más evidente y otros de manera más velada, siempre dan una imagen de la huelga que beneficia a los patronos, a la clase burguesa. Lo hacen por diversas vías, pero una de ellas, de la que hablaremos hoy, es la de publicar los salarios brutos anuales de los trabajadores. Como ejemplos, lo hicieron con la huelga de limpieza de Málaga (LIMASA) y lo hicieron con la huelga de los transportes de Barcelona (TMB), ambas en 2016.

No nos viene de nuevas que aquellos sectores o empresas con una representación colectiva más fuerte y una lucha obrera más viva suelen ser también aquellos donde las condiciones de trabajo son mejores y los sueldos son más altos. Esto lo aprovechan los burgueses para dividir a la clase obrera, presentando a los trabajadores en lucha (a los huelguistas) como unos privilegiados, intentando que los demás trabajadores no se sientan identificados con ellos y evitando así la solidaridad.

Entonces, partimos de una situación en que unos trabajadores en huelga tienen unos salarios que pueden ser más altos que la media (no siempre, pero puede ser así). Veamos ahora la táctica: los medios, en lugar de publicar los salarios netos mensuales (el dinero que el trabajador se lleva a casa), publican los brutos anuales. ¿Por qué?

Porque el espectador no tiene una idea clara de qué significa una cifra de salario bruto anual, requiere unos cálculos lo suficientemente complejos como para que el espectador no estime correctamente el salario neto. Al contrario, lo estimará al alza. Cuando el espectador medio oye una cifra de salario bruto anual, la dividirá por 12 (quizá por 14) y pensará que eso es lo que se lleva el trabajador. Veamos un ejemplo.

Salario bruto anual: 20.000 €

Cálculo rápido: 20.000 / 12 = 1667 €

Segundo cálculo, con 14 pagas: 20.000 / 14 = 1429 €

Cálculo correcto:
Seguridad Social (6,40%) = 1280 €
IRPF (Hacienda, alrededor del 14%) = 2800 €
Bruto mensual 20000 / 14 = 1429 €
Quitando IRPF/14 y SS/12 = 1122 €
Salario neto mensual = 1122 € (paga extra = 1229 €)

Como vemos, la diferencia entre el cálculo rápido del espectador y la realidad, en el caso de un trabajador de 20.000 € al año, puede llegar a más de 500 € de error. Sobre un salario mensual neto de 1122 €. ¿Nos damos cuenta de la gravedad de la manipulación mediática?

En casos de salarios más altos, por ejemplo de 25000 €, estamos ante 2083 € (cálculo rápido del espectador) frente a 1367 € (neto real). Más de 700 € de diferencia.

(Además, para escandalizar más a la audiencia, suelen mencionar los salarios de los trabajadores con más complementos, con más antigüedad, con pluses... aunque muchos cobren por debajo de las cifras que dan).

¿Entendemos ahora por qué las noticias sobre las huelgas las tenemos que poner en cuarentena?

Me he centrado en esta sucia estrategia de manipulación, pero hay más. ¿Qué más te cuentan los medios de comunicación cuando hay una huelga?
  • Las duras consecuencias para los clientes / usuarios / consumidores, sobre todo si están tristes. Si pueden mostrar niños, mejor (como ya hicieron en la última huelga de controladores franceses). De este modo el espectador se siente identificado con las personas que “sufren” las consecuencias de la huelga.
  • Las óptimas condiciones de trabajo de los trabajadores en huelga, que a diferencia de otros sectores u otras empresas, tienen un determinado salario bruto (como hemos visto), tienen X días de vacaciones o descanso, o ciertos beneficios sociales. Con esto, consiguen que el espectador los vea como unos vividores que tienen un trabajo muy bueno, para que así no se solidarice con ellos.
  • La cantidad de bajas que ha habido en la empresa, a menudo sin desglosar los motivos, si son accidentes laborales o no… o simplemente jugando con la falta de criterio comparativo del espectador. Así hacen que el espectador piense que los trabajadores son unos vagos y que la empresa va mal porque éstos no son profesionales.

Lo que, sin embargo, los medios de comunicación no te contarán (o lo harán muy de pasada) los siguientes aspectos:
  • Los salarios de los directivos. Eso no interesa que la gente lo sepa.
  • Las condiciones de trabajo de los directivos. Para qué.
  • Los beneficios que ha tenido o prevé tener la empresa.
  • Los posibles errores en la gestión de la empresa.
  • Las negativas de la directiva en las negociaciones con los trabajadores.
  • El hecho de que el trabajador no cobra su salario los días que hace huelga.

En definitiva, los medios de comunicación siempre ponen el foco en los trabajadores, culpabilizándolos de crear un conflicto, y obviando la responsabilidad de los patronos y los directivos que, recordemos, son siempre la parte fuerte en la confrontación (dado que poseen o gestionan los medios de producción).

La huelga no van a venir a contártela los que están en tu situación. Los tuyos, los trabajadores, no poseen medios de comunicación. Si quieres que los tuyos te cuenten algo sobre una huelga, acércate a ellos y pregúntales. Acércate al comité de empresa o a los convocantes de la huelga. Pero un medio de comunicación, propiedad de burgueses, siempre va a contártelo según su punto de vista. Por mucho que un medio de comunicación se las dé de neutral y objetivo, recuerda que casi siempre es propiedad de un empresario al que le interesa que conozcas la visión del empresario, no le interesa la neutralidad.

La próxima vez que la televisión, la radio o la prensa te quiera hablar de una huelga, tenlo claro: están defendiendo sus intereses, no los tuyos. Están contando lo que les conviene que sepas… no lo que te conviene saber a ti. Y ambas cosas, casi siempre, son completamente opuestas.

martes, 29 de noviembre de 2016

Elecciones: la dictatorial Cuba y la democrática España

El pasado domingo murió el Comandante en Jefe de la revolución cubana, Fidel Castro. Por supuesto, fue el acontecimiento del día, de la semana, y posiblemente del mes, así que las redes sociales y otros medios desfasados como la televisión se llenaron de opiniones (porque información, poca) sobre el compañero Fidel, su legado, su historia, y sobre el sistema político de Cuba.

Por supuesto, la versión oficial, la de los medios burgueses es que Cuba es una dictadura y Fidel fue un dictador. Con la carga negativa que eso conlleva, claro.

¿Cuál es la realidad del sistema político cubano, más allá de propagandas interesadas?

Es cierto que los cubanos no votaron a Fidel Castro, igual que no han votado a Raúl Castro, el actual Presidente del Consejo de Estado y de Ministros. Los cubanos a quienes votan es a su representante en la Asamblea Nacional del Poder Popular, organizada en distritos uninominales. Es decir, cada municipio elige a un solo representante, igual que ocurre en países como el Reino Unido. Los electores, por lo tanto, deben decidir entre las diferentes personas que se presentan a diputado por su municipio.

Después son estos representantes los que, reunidos en la Asamblea, eligen entre todos a un Presidente del Consejo de Estado. El último elegido fue Raúl Castro, en 2013. Volverá a someterse a votación en 2018.
El presidente Castro no solo es elegido por la Asamblea, sino que además no tiene poderes legislativos. Estos poderes son exclusivos de la Asamblea. Castro no puede imponer ninguna ley que la Asamblea no acepte.

¿Es esto un sistema dictatorial? Vamos a hacer una pequeña comparación. En este caso, con la democrática España.

Los electores españoles eligen, por cada una de sus circunscripciones, sus representantes. Las circunscripciones no son uninominales, sino que dependiendo de su población eligen más o menos representantes. Estos se agrupan en listas de partidos, por lo cual los electores deben decidirse entre diferentes listas cerradas de personas.

Sin embargo, en estas listas no aparece quién es el candidato a Presidente del Gobierno. Aparece el nombre y el logotipo de un partido político.

El sentido común lleva a pensar que la aparición de este nombre y este logotipo en la papeleta significa que estos representantes elegidos, cuando llegue el momento de votar un Presidente del Gobierno, votarán al de su mismo partido. Pero no siempre ocurre esto. Puede ocurrir, como se ha visto recientemente, que los representantes de un partido político colaboren con otro para hacer presidente a uno de ellos. Sobre esto, los electores no tienen ningún control, porque además no existe ningún mecanismo legal para obligar a los candidatos a cumplir sus promesas electorales.

Con lo cual, no, en Cuba la gente no votó a Raúl Castro exactamente igual que en España nadie votó a Mariano Rajoy (salvo los electores de Madrid, que lo votaron como diputado, pero nunca como Presidente). El Presidente del Gobierno de España, desde el régimen de 1978, nunca ha sido votado por los electores porque nuestro sistema no es presidencialista.

El sistema cubano y el español para elegir presidente son, como vemos, muy, muy similares. Pero «Cuba es una dictadura y España no».

Los analistas burgueses y sus partidarios defienden que Cuba es una dictadura porque no tiene un sistema multipartidista. De hecho, en muchos casos afirman que en Cuba no existen otros partidos políticos más que el Partido Comunista. Esto es rotundamente falso. En Cuba existen diversos partidos políticos, como el Arco Progresista o el Partido Demócrata Cristiano.

Estos partidos, sin embargo, no pueden presentarse como tales a las elecciones, porque como hemos dicho, a las elecciones se presentan los candidatos. De hecho, ningún partido va a las elecciones, tampoco el Partido Comunista. ¿Esto hace dictatorial a Cuba? Es un tema de debate, desde luego.

En el sistema político cubano, los candidatos se presentan con su nombre y apellidos. No se hace campaña partidista; en todos los colegios electorales se cuelgan sus nombres y sus currículos, para que los electores se acerquen y lean sobre ellos. Cualquier persona ciudadana puede presentarse a la candidatura; para eso debe ser elegida como candidata por su asamblea local, donde toda la vecindad tiene voz y voto.

En el sistema político español, los candidatos van bajo el paraguas de un partido político, que muy a menudo ni siquiera publicita sus nombres. En las campañas se ven colores y siglas, pero poco se sabe de las personas que van a representar a la ciudadanía. Para presentarse a candidato, uno debe integrarse en un partido político y ser designado candidato por este partido. De lo contrario, debe organizar su propia lista, pero esto no es suficiente, pues dicha lista debe conseguir un número determinado de avales para que se le permita presentarse. Dado que la campaña es partidista y muy mediática, las listas o los partidos con pocos recursos económicos no tienen posibilidades de hacerse visibles y, por lo tanto, nunca son elegidos.

Como vemos, el sistema electoral de Cuba ofrece muchas más garantías para la igualdad de oportunidades que el de España. El motivo por el que siguen llamando dictadura a Cuba y democracia a España está muy claro, y es de clase. En España las elecciones las controla quien tiene el poder económico: la clase burguesa, sobre todo la gran burguesía. El reciente escándalo en el interior del PSOE y las presiones de grandes empresas a Pedro Sánchez no son más que una pequeña prueba. Un sistema como el cubano imposibilita ese tipo de control sobre las elecciones.

Así que antes de llamar dictadura a Cuba, o de decir que no tienen elecciones libres, infórmate mejor. Probablemente tengan unas elecciones más libres que cualquiera de las elecciones en las que participarás jamás.

domingo, 30 de octubre de 2016

La izquierda no es cuestión de carnés

Últimamente veo mucha gente poniendo el grito en el cielo porque los acusan de traidores a la clase trabajadora. Se trata de gente que milita en un partido que cree socialista; gente que incluso se considera socialista, pero que no tiene el menor reparo en tildar de radical, peligrosa y populista cualquier idea, iniciativa o política que intente cambiar el estado actual de las cosas para aliviar la opresión de la clase trabajadora y perjudicar a la burguesía.

Ni merece la pena que mencione el estado de alienación en el que vive esta gente, que en su mayoría pertenece a la clase trabajadora pero ha asumido el marco ideológico burgués de una manera tan efectiva que desconfía de todo aquello que lo ponga en duda.

La cuestión es que estas personas militan en un partido (o simpatizan con él) que abusa del discurso de defensa del trabajador. Pero no, amigas y amigos, ser defensor de la clase obrera no es un título honorífico. Lo que venimos en llamar ser de izquierda no es un título para toda la vida, no es un carné que te dan y conservas hasta el fin de tus días. Ese es un gran engaño de la política partidista. Por mucho que hayas defendido en otro momento políticas que favorecen a la clase obrera, si hoy apoyas a quienes la perjudican, no eres de izquierda. Da igual en qué partido militaras en otros tiempos o a quién pagues la cuota ahora —si pagas alguna—.

Si apoyas que todo el mundo pague los mismos impuestos, no eres de izquierda. (Si apoyas que no se paguen impuestos, tampoco lo eres).
Si apoyas a quien recorta el Estado del bienestar, no eres de izquierda.

Y no es por gusto, ni por capricho, sino porque estas tres medidas perjudican a la clase trabajadora de una manera clara y objetiva. Y son solo tres ejemplos.

Ya otro día, si queréis, hablamos de cómo los partidos social-liberales europeos han secuestrado y tergiversado el significado de socialdemocracia.